Como cualquier chica de hoy en
día, durante mi niñez me tragué toda la saga de princesas Disney. Desde
Cenicienta hasta Ariel, pasando por Blancanieves. Las he visto todas. Y varias
veces, mi hermano fue testigo y víctima. Pero es que a mí me encantaban sus
historias, ¿qué le íbamos a hacer? La princesa, el príncipe azul, y sobre todo
ese “Fueron felices y comieron perdices” final. Y ya está. La historia se
quedaba allí, reservando la continuación a tu imaginación infantil.
Entonces creces, y Disney deja de
ser tu mundo. Descubres que las princesas de verdad, las de carne y hueso, no
son como las de los dibujos. No, no tienen mucho que ver. Sí, sonríen como
todas, siempre encantadoras, perfectas a todas horas. Son superestrellas que ni
cantan, ni bailan ni actúan. Sólo sonríen. Ese es su trabajo, uno para toda la
vida.
Pero a veces, al verlas en la
prensa rosa, me parece que no tienen ningún motivo para sonreír, que su vida
les viene grande. No se acostumbran a que todo el mundo esté examinándolas constantemente,
esperando a que se vengan abajo cual castillo de naipes. Y ellas no dicen nada.
No pueden, en realidad. Sólo profieren una sarta de palabras ensayadas, que ni
piensan ni sienten. ¿Qué más pueden hacer? Sólo sonreír.
Después de todo, puede que las
princesas no estén hechas para la vida real. Las que lo intentan, acaban
convirtiéndose en marionetas vacías, acosadas por tabloides sensacionalistas.
Una pesadilla, vamos. Y eso, los Grimm, nunca lo contaron. No, no recuerdo haber
leído que a Yasmín se la abuchease por la calle, que Mulán acabara estrellada
debajo de un puente parisino o que el príncipe engañase a Aurora. Eso prefirieron guardárselo, para no asustarnos.
¿Pero alguien sabe qué es ser
princesa? ¿Qué significa? Yo no. Por eso a veces me pregunto si las princesas
existen de verdad, o si las hemos inventado para poder manipular y criticar
abiertamente a una persona, o idolatrarla. ¿Quién sabe de lo que es capaz el
ser humano? Ser princesa se relaciona con una felicidad absoluta. Una utopía,
vamos. La más común de las fantasías aunque falsa, al fin y al cabo. Y todos aspiramos a
alcanzarla, como tontos del bote.
Su vida son aviones privados,
vestidos de lujo y alfombras rojas. ¿En qué se diferencian Britney y Letizia o Catalina
y Angelina? Todas ellas son estrellas mediáticas, que viven del público. Unas con más cara que otras, no voy a decir quién. Se
comentan su maquillaje, su figura y cualquier desliz que tengan. Queremos saberlo todo de ellas. Y han
elegido estar dónde están, NADIE LAS HA OBLIGADO. Así que no vengan después a
llorarnos sus penas, que no se casaron encañonadas por una pistola con el “príncipe azul”. Sabían dónde se metían, pero allá ellas.
Yo, por mi parte, me mantendré
alejada de palacio. No es unos de mis sitios favoritos, demasiadas corrientes
de aire, seguro. Y algún que otro fantasma rondando por los pasillos. Lo de ser
princesa, no me va. Me echarían a la semana. ¿O los echaría yo? No sé, eso de
acatar órdenes nunca se me ha dado bien ¿Por qué será? Así que ya tenéis una
rival menos, chicas. Mucha suerte a próximas princesas…del papel couché. Cazad
y llevaros a la cama al príncipe, pero después sonreíd a la cámara ¡eh! No se os vaya a
olvidar. Hasta pronto…
Admiro la manera en que escribes... hasta envidia me da...eh pero de la buena ok Deberías saber que siempre estoy pendiente de tus actualizaciones =)
ResponderEliminarPD. pásate por mi blog.... si quieres claro =)