domingo, 7 de julio de 2013

Oxford #1: Sunday Morning

Verde. Es lo primero que se te viene a la mente. Verde brillante y luminoso, resplandece bajo el sol. Un verde perfecto.

La brisa, una suave caricia, hace temblar el agua. Los rayos de luz llegan hasta el suelo, atravesando una maraña de ramas, que se elevan hacia al cielo, disfrutando del verano, mientras que gruesos troncos, viejos, llenos de arrugas, se alzan como gigantes sobre llanuras de césped, dispuestos a proteger a los indefensos.

Miro a mi alrededor y me pregunto cómo he acabado aquí. Y es que no suelo tener tanta suerte. Ha sido pura casualidad. Una bolsa con comida, un paseo sin rumbo y ganas de paz. Un picnic improvisado. Cosas que pasan a veces. O por una vez, quizá he hecho algo bien.

Estirada sobre  la hierba observo el cielo, sin nubes, de un azul…cielo. Como en mi caja de colores. De repente una sonrisa lo esconde. Una sonrisa blanca y unos ojos chispeantes me preguntan con un inglés marcado: Helena, don’t you think this is Paradise? Asiento somnolienta, y me incorporo, apoyando los codos sobre la tierra, sin que me importe mancharme. Sí, posiblemente esto sea lo más cerca que esté del paraíso.

Las chicas están acabando de comer, riendo, hablando en voz alta. ¿Qué importa? Nadie puede oírnos. Daria, una rusa pelirroja, bohemia, con cuerpo de muñeca, sonrisa de ángel y apetito voraz, saca una bolsa de galletas, haciéndonos babear a todas. Y es que no son unas galletas cualquiera. Como dice ella: the best cookies in town. Sí que lo son, lo juro. Ben’s Cookies y sus galletas de chocolate se han convertido en nuestro secreto, nuestro pequeño placer culpable. Tampoco es que hayan cambiado nuestra vida, pero sí que la han hecho más dulce y deliciosa.

Todas empezamos a saborearlas, cerrando los ojos. Aquí a nadie le importa su peso, su cuerpo y todas esas estupideces. Nadie se queja por ir a comer hamburguesas o se niega a merendar esos cupcakes tan monos. Sí, este sitio se acerca cada vez más al paraíso. Con pasos de gigantes.

Adam Levine canta una de mis canciones favoritas, y me vuelvo a estirar mientras hablamos de música, series y películas. Me entero de que todas son adictas a Gossip Girl, fans de Blair y Chuck, detractoras de Serena. ¡Qué bien me caen estas chicas!

Bromeamos, hacemos el tonto, sin que nos importen las apariencias. Parece que nos conocemos desde siempre, haciéndome sentir que estoy en el lugar correcto. ¡Qué raro que me sienta como en casa cuando mi verdadero hogar está a quilómetros de aquí! Pero ellas lo consiguen, con conversaciones en un inglés chapurreado, lleno de palabras extranjeras, de sonrisas reales. Y sé que estos momentos, pese a lo simples que son, quedarán grabados para siempre en mi memoria.

Daniela, Elena, Estelle, Marilú, Daria y yo. Un grupo ecléctico, pintoresco, personalidades distintas, estilos diferentes, orígenes opuestos, que conectan sin saber muy bien cómo.

Terminamos y nos levantamos con la certeza de que volveremos. Pero ahora toca Cowley Carnival, aunque esa es una historia diferente, que quizá contaré otro día.



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