Baila,
aunque la música no suene. Descalza, bajo la lluvia, delante del espejo. Hasta
que tus pies no puedan más, hasta que te quedes sin aliento.
Salta,
lo más alto que llegues. Con los brazos alzados y los dedos estirados. Y es que
dicen que el cielo no es el límite.
Sonríe,
por todos esos momentos inolvidables, por todas esas personas irremplazables.
Sonríe aunque ya no te apetezca, aunque estés cansada porque las sonrisas nunca
son demasiadas y siempre iluminan el mundo.
Y
es que un día, sin saber cómo, ya no podrás hacer nada por cambiar el pasado.
Así que ríe, baila y salta. Busca tu propia felicidad, sueña en grande y cumple
deseos. Vive tu vida.
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